Prima la dignidad de tu equipo
El diccionario de la Real Academia Española define dignidad como «Excelencia, realce. Gravedad y decoro en la manera de comportarse». Proviene del latín «dignitas» que se traduce como «valor personal», derivada a su vez de «dignus«, «merecedor». Me gusta más la definición latina: es digno el que por su valor personal merece respeto y realce. En realidad, todos somos merecedores de ella. Durante la crisis del coronavirus, en marzo de 2020, Samu abrió un centro de emergencias para personas sin hogar. Mi petición al equipo fue que se tratara a todos con el máximo cariño y dignidad. Trataríamos a la gente que vive en la calle con el mayor respeto, sin condescendencia. Trabajar para que ellos tuvieran su casa sería nuestro honor, sin juzgarles. Desde el principio les emocionó nuestra actitud y lo demostraron involucrándose en las tareas cotidianas, sintiendo el proyecto como algo propio. Eran, quizá por primera vez en mucho tiempo, parte de una familia.
Si creemos que todo ser humano es acreedor de dignidad, nuestro liderazgo tendrá cimientos. Si lo aplicamos, nuestro liderazgo volará. En mis visitas a centros de trabajo, me gusta reconocer el trabajo de los equipos, alabando también la labor de las categorías teóricamente inferiores: limpieza, mantenimiento, cocina, lavandería, auxiliares, son los que consiguen que todo resplandezca para que nuestra casa sea acogedora. Compruebo que mis palabras les producen orgullo porque en un equipo toda tarea importa, contribuye a lograr los objetivos, sea atornillando, fregando o redactando un informe. Desde el comienzo de mi carrera directiva, mis reuniones de equipo han sido con todo el equipo. Todos saben lo que funciona mejor y peor, pero la mayoría callará ante los fallos, por lo que hay que educarlos en la valentía de reconocer lo que no va. No pasa nada, para mejorar hay que reconocer lo mejorable. Como un líder no confunde error con fracaso, un compañero al que antes hemos dignificado sentirá que su opinión tiene valor para el bien colectivo. Los menos tímidos hablarán. Hay personas más humorísticas que otras, pero desaconsejo hacer bromas que puedan arañar el prestigio de nadie. Si uno va a hacer chistes sobre defectos, mejor sobre los de uno mismo.
La dignidad perdida
En ocasiones, tengo el privilegio de contratar a profesionales que han brillado en un trabajo anterior. Me sorprende la frecuencia con la que algunos de ellos fueron ignorados o despojados de sus méritos por antiguos jefes. No me supone ningún esfuerzo encontrar sus fortalezas y encauzarlas hacia nuestro proyecto, que en el fondo es hacer un mundo mejor. ¿Quién no valora que se le reconozcan logros anteriores? Nadie pierde nunca su dignidad, pero hay que ensalzarla como el patrimonio que es. Con pequeños gestos la lustramos: interesándonos por que el incorporado tenga sus tarjetas, su ordenador o un lugar adecuado donde desarrollar su trabajo. Las organizaciones buenas le darán una guía de bienvenida y nombrarán a alguien de apoyo. Los líderes dirán que su puerta está siempre abierta para alguien valioso. El nuevo encontrará un ambiente siempre dispuesto a ayudarle, nunca le ignorarán, hará piña con el equipo desde el primer momento. Procuremos no confundir dignidad con altanería o prepotencia, la dignidad es decoro pero también llaneza. No es lo mismo ser digno que ponerse digno. Primad la dignidad de los miembros de vuestros equipos y se sentirán fuertes. Animaos a utilizar esta técnica; revolucionad los manuales de gestión propugnando respeto y amistad, romped las estadísticas de las escuelas de negocios con un nuevo paradigma. Los mejores platos requieren pocos ingredientes pero de muy buena calidad. Con dignidad, amistad y llaneza vuestras recetas os saldrán de rechupete.
Carlos González de Escalada Álvarez
Doctor en Ciencias Sociales
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