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La lealtad no se exige, se gana

Cuando un jefe «exige lealtad» debemos llevarnos las manos a la cabeza y desconfiar de inmediato. Un jefe puede pedir respeto, subordinación o cumplimiento de obligaciones pero la lealtad no se exige porque tenemos que ganárnosla con cada una de nuestras acciones. Al igual que al líder lo hace el equipo como una consideración tácita, la lealtad es una consecuencia natural de ese sentimiento individual e intransferible. En líder lo es cuando por tal lo tienen cada uno de sus seguidores y la lealtad es un sentimiento que podemos tener o no. Como no podemos obligar a amar, es imposible obligar a nadie seguirnos de corazón.

Cuando un mal jefe exige lealtad, realmente está pidiendo un cheque en blanco para que todas sus acciones buenas o malas, sean respaldadas ciegamente. Menuda trampa. Esto se da mucho en los partidos políticos viciados, donde una legión de militantes tiene que entrar por el mismo pasillo estrecho del pensamiento único. Los tiranos creen que obtienen la lealtad del pueblo aterrorizándolo, pero sólo detentan una autoridad espuria sobre gente con miedo a hablar.

En un equipo de alto rendimiento  la lealtad fluye en tres direcciones: ante todo y sobre todo, el líder es leal con su equipo; en segundo lugar, cada miembro del equipo es leal con su líder y finalmente todos son leales con el resto del equipo y con la organización. La lealtad se sintetiza en la frase de Los Tres Mosqueteros: «todos para uno y uno para todos» y es el motor de acciones extraordinarias.

Cómo ganarme la lealtad de mi equipo
Pensemos qué nos hace seguir a alguien, puede ser una combinación de admiración, confianza, sentido de la justicia, afecto y respecto. Admiramos a quien es admirable y somos leales con las personas admirables que además son leales con nosotros. Somos leales con nuestra familia y con nuestros amigos porque éstos muy rara vez nos traicionan. Cuanto más calidad humana tiene una persona más fácil es admirarla y seguirla. Por el contrario, cuanto más caprichoso, desagradable o arbitrario sea un jefe más fácil será que le odiemos y que estemos deseando que se estrelle. Evitaremos siempre ayudarle y hablaremos mal de él merecidamente.

«Ser líder es ser mejor jefe y mejor persona», algo que hay que ejercitar con esfuerzo. Para ganarse le lealtad del equipo hay que decir siempre la verdad que es todo un reto. Sin desvelar todo lo que sabe, el líder debe ser transparente en lo que su equipo deba conocer, especialmente con las malas noticias. La gente es mayorcita para asumir que en la vida y en los negocios no hay nada sencillo. Cabe afirmar que si un líder no tiene la lealtad de su equipo, realmente no será un líder porque no tiene la conexión emocional que se requiere.

Cuando tratamos siempre de ayudar a nuestro equipo nuestra actitud será valorada y recompensada. Si yo ayudo siempre tendré legitimidad para pedir ayuda cuando la misión lo requiera. Quizá el secreto para obtener la ansiada lealtad de mi equipo sea siempre dar más de lo que se recibe, entregarnos en cuerpo y alma a nuestro equipo, que es lo que todo líder y lideresa deben hacer.

Generosidad, entrega sin límite, ayudar, resolver, dar: todos buenos ingredientes para forjar la lealtad de los nuestros.

 

Carlos González de Escalada Álvarez
Doctor en Ciencias Sociales

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