A ti, magistrado de la verdad. A ti, orfebre del titular. A ti, ingeniero rebelde de entre líneas. A ti, que enamorada tomaste nuestra lengua como azada. A ti, que cruzaste el umbral de la facultad con ilusión de explorador. A ti, que viviste las risas, las carpetas y los cafés. A ti, que recuerdas a los profesores decir «las opiniones son libres, los hechos sagrados». A ti, que tanto te costó encontrar tu primer trabajo. A ti, que descubriste que la redacción no venía en los apuntes. A ti, que como becaria te pusiste a competir con ellos. A ti, que como mujer superaste a tantos hombres. A ti, que acaricias con nostalgia aquellos días. A ti, que investigas con oficio el «qué pasó». A ti, que nunca hiciste corta-pega. A ti, que vives la noticia pinchándote en la carne. A ti, que siempre contrastas. A ti, que ves asustado al jefe porque os cierran. A ti, que te sacudes el aburrimiento porque odias lo ramplón. A ti, que vas perfecta a las entrevistas porque eres una grande y qué se habrán creído. A ti también, que vas en vaqueros y deportivas porque tú lo vales y qué se habrá creído esa gente. A ti, que peinas canas y te aburren los saraos. A ti, que has visto en las picas las cabezas de tantos brujos. A ti, que vives tu oficio como derecho, no como poder. A ti, que te ofrecieron regalías y las ignoraste. A ti, que acumulas tantas horas de espera porque es el pan de tus niños. A ti, que recuerdas el frío que pasaste haciendo aquella crónica. A ti, que añoras la genialidad golfa de periodistas ya jubilados. A ti, que entraste cuando los más veteranos no tenían ni carrera. A ti, que recuerdas el pavor del primer micrófono. A ti, que modulas tu voz como los ángeles. A ti, que en tu escribir eres propiedad y riqueza. A ti, que ayudas y aconsejas a los nuevos. A ti, que con hambre de elogios te sabes diamante. A ti, que te sobran los honores. A ti, que sigues encadenando las exclusivas que las alturas temen. A ti, que tantas llamadas recibiste para tapar las verdades del barquero. A ti, que a la vista de los ricos te preguntas si el camino que elegiste era el bueno. A ti, que desprecias el seguidismo de tantos colegas. A ti, que contemplas con ternura el activismo de las plumas jóvenes. A ti, que nunca pusiste apellidos a tu profesión. A ti, que sufres con la mentira oficial. A ti, que al posar tus ojos en la medianía lánguida te sublevas. A ti, que eres herencia de aquel gran redactor jefe que tuviste. A ti, que no eres pastelero sino farero. A ti que arreglarías el periodismo moderno en cinco minutos. A ti, que eres lobo viejo y lo has visto todo. A ti, que tienes escritas dos novelas queriendo dar el salto. A ti, que sales con la helada buscando una manta… de la que tirar. A ti, querida amiga, porque tu profesión me hace libre.

A ti, periodista, te dedico este artículo.

 

                                                                                                                                                                                                                    Por Carlos González de Escalada

 

 

 

 

 

 

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