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El año en que hicimos cosas extraordinarias

Suenan los últimos valses de 2020 y tenemos la tentación de gritar: “¡por favor, que acabe ya!”. Este año hemos sufrido y llorado; hemos estado más solos y aislados que nunca, para muchos ha sido la peor racha en décadas. También hemos penado por los 55.000 compatriotas fallecidos sin consuelo ni despedida; hemos pasado miedo por tantos que han perdido su sustento; hemos rezado por todos los enfermos que hoy están con nosotros de milagro; hemos redescubierto la importancia de que nuestros familiares y allegados estuvieran sanos. También hemos reído por el placer de recuperar lo cotidiano. Ha sido un año en el que nos ha tocado ser fuertes y resistir. Haciendo de la necesidad virtud, hemos tenido que trabajar en condiciones imposibles. Nadie ha ido a los despachos a quejarse porque íbamos todos a una. 

A pesar de las fatigas, también ha sido un año en el que nos hemos sorprendido a nosotros mismos “saliendo a la contra”. Con la sorpresa de la primera ola, nos vimos saliendo al balcón para aplaudir a los sanitarios. Nunca las aplicaciones de videoconferencia estuvieron más llenas de besos y abrazos virtuales, como dice el profesor Gay de Liébana. Hemos visto a voluntarios repartiendo comida y a restaurantes de carretera dejar desayunos gratis, preparados para los transportistas. Hemos comprobado como los profesionales esenciales han estado al pie del cañón en la primer ola, pero también en la segunda cuando todos estábamos más cansados. Nuestra sociedad ha dado una gran lección de calidad, mirando de soslayo a unos políticos infantiles, sólo obsesionados con su juguete.  

Para ninguno de nosotros ha sido fácil, pero a pesar del miedo nos hemos crecido y lo hemos dado todo por los demás. Hemos cuidado de nuestras familias y hemos cumplido con nuestras obligaciones de manera brillante. Tantos y tantos nos han dado ejemplo de entereza y de entrega, sin mirar el reloj, sin preguntar “¿cuándo se termina esto?”. Hemos pasado malos tiempos, claro, pero también hemos descubierto la abnegación, la generosidad, la canción “Resistiré”, ir a ver a los abuelos con mascarilla y las ventanas alegres y engalanadas. Sobre todo, éste ha sido el año en el que nos hemos unido, el de las mil historias bonitas, el de dar sin esperar recibir. Sin la pandemia, 2020 quizá habría sido un año más (¿alguien se acuerda de lo que hizo 2015?), sin embargo, a pesar de todo, 2020 fue el año en el que hicimos cosas extraordinarias, el año que no olvidaremos porque nos hemos querido como nunca.

Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.

 

Carlos González de Escalada Álvarez
Doctor en Ciencias Sociales

 

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