Cuántas veces hemos asistido a una reunión en la alguien toma la palabra y empieza a hablar en bucle, repitiendo un mismo argumento una y otra vez, sin llegar a una conclusión. Y cuántas veces, cuando se toma la decisión, la misma persona comienza a loar el acierto que supone, también repetidamente. Hay subordinados que son incapaces de exponer un problema complejo de manera esquemática y sencilla (no digamos ya aportar una propuesta viable). Necesitan desgranar cada detalle para que el jefe no se pierda ninguna pieza de información que ellos creen que es muy importante. Hay directivos que dañan su carrera profesional por pesados, la gente les huye por su verborrea. No saben parar cuando conviene parar. Sobre todo no escuchan y ello les priva de una competencia crucial. Otras personas son capaces de hacer uso inicial de la palabra ¡durante más de veinte minutos!

Un gran líder, cuando gestiona cientos o miles de personas, se ve sometido a un bombardeo implacable de información desde que se levanta hasta que se acuesta.  Su mesa, su bandeja de entrada de correo electrónico o sus grupos de Whatsapp estarán saturadas de información, de informes, de novedades, de pleitos o de incidencias. Esto no significa que sea directamente responsable de actuar sobre todo ese magma. La terrible frase «¿no has leído el grupo de Whatsapp?» infiere que un líder debe estar todo el día pendiente de esa información sin hacer nada más que procesarla. Esto es mala técnica de gestión, porque un líder de éxito sí sabe la información que necesita para gobernar con eficacia su institución y si no la tiene la pide.

Sé breve, tu jefe es muy inteligente
Muchos de los grandes empresarios de éxito que conozco son personas extremadamente inteligentes que conocen a sus organizaciones y sus equipos a la perfección. Cuando surge un problema se hacen una composición de lugar en segundos, su mente analiza opciones y la decisión se le viene a la yema de los dedos. Si van de visita y alguien les explica una incidencia, escucharán con cariño y cortesía, pero comprenderán en un instante aunque no lo digan. Una mente brillante, con experiencia y conocimiento de la organización lo logra sin gran esfuerzo. Por el contrario, si la sometemos a largas diatribas, sólo conseguiremos aburrir.

En organizaciones muy grandes, los directores de mayor rango basan su día a día en tomar decisiones, no en estudiar sesudos informes. Existe escasa conciencia de eso, porque parece que marcar el rumbo sea poca cosa, cuando además se tiene la necesidad de delegar y «la decisión más difícil es que decidan otros». Como líderes, debemos apoyar ese proceso con información honesta, veraz y contrastada, es la mejor ayuda que le podemos ofrecer al jefe. Además, esa información debe ser breve y esquemática, también oportuna. No hay que demostrar todo lo que sabemos porque confía en nosotros como gestores y de una realidad que conocemos mejor que la alta dirección. Ése es el privilegio, conocer al detalle una realidad y ofrecer una recomendación breve y eficaz para una correcta toma de decisiones. Hablar de más nos puede dejar en evidencia y denota escasa capacidad. No siempre es tan sencillo, pero si somos breves y esquemáticos nuestros jefes nos valorarán por nuestra inteligencia, además de por nuestra competencia técnica.

Prueba algo diferente, sé breve.

 

Carlos González de Escalada Álvarez
Doctor en Ciencias Sociales

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