Deja que hablen los tímidos
He escrito en varias ocasiones que la reunión de equipo el instrumento principal para el ejercicio del liderazgo. Una vez sentados, la actitud más beneficiosa para el cumplimiento de objetivos es escuchar atenta e ininterrumpidamente sobre aquello que preocupa a sus miembros. Si propiciamos este clima de confianza sincera, nos sorprenderá la calidad de las soluciones que se aportan, pero para ello cada uno debe sentir que es útil al debate y la búsqueda de los mejores caminos. Si por el contrario, es el jefe el que monopoliza el uso de la palabra (secuestra la reunión, como dicen los ingleses), será mucho más difícil que las incidencias cotidianas se resuelvan. Si quien preside infunde miedo, ya ni te cuento porque además callarán los tímidos, como hacen siempre.
Saber callar y escuchar es algo que requiere esfuerzo, concentración y práctica. Cuando se tiene una política de delegación hay que dejar que los líderes subordinados expongan sus propias conclusiones, así como asistirles en el proceso de toma de decisiones. Un líder que sabe escuchar descubrirá un manantial de sabiduría en esas personas que son tímidas pero que tienen una gran intuición e inteligencia ocultas. Aunque a alguno de nosotros no le imponga hablar en público, hay compañeros a los que se les hace un mundo y no querrán despegar los labios. Hay que animarles.
Si uno no se gana la confianza de su equipo no es un líder, es sólo un jefe, aunque presuma de liderazgo con insistencia. Recientemente he descubierto a un directivo que se creía un líder estupendo que exigía lealtad, respeto y obediencia como modelo de gestión. Su gente actuaba con miedo y, sobre todo, con pánico a meter la pata. En sus reuniones todos callaban, sólo hablaba él. Qué error tan grave, el estatus de líder o lideresa no se exige, se gana. Uno no se nombra a sí mismo, los demás conceden dicha gracia.
Menos regañar, más escuchar
Si nos sentamos en una reunión regañando y señalando lo que va mal como máximas preocupaciones, todos se pondrán automáticamente a al defensiva, nadie querrá asumir responsabilidades. Como líderes tenemos que cultiva ese ambiente distendido que genere confianza: empecemos agradeciendo, sigamos alabando lo bueno, continuemos identificando las vicisitudes y abramos un coloquio sobre cómo superarlas. La técnica es muy sencilla pero no todo el mundo sabe sacarle partido.
Sabremos que dominamos el arte de generar confianza cuando los tímidos hablen con soltura, probadlo.
Carlos González de Escalada Álvarez
Doctor en Ciencias Sociales
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