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El liderazgo en el siglo XXI

El liderazgo clásico tiene un corte autoritario, caudillista. Si pensamos en los grandes personajes de la historia, fueran generales o heroínas populares, nos viene a la mente figuras de personalidad arrolladora a las que la masa seguía ciegamente. Entrando en el siglo XXI, ya no quedan héroes y las figuras públicas suelen estar desprestigiadas a pesar de sus manoteos por parecer importantes. Los únicos referentes juveniles suelen ser deportistas, cantantes o youtubers y cuando les hablamos de valores a nuestros hijos les producimos un aburrimiento lacerante.

Percibo también un gran cansancio sociológico por nuestro modelo de convivencia: la mayor parte de nosotros vive esclavizado por un sueldo más o menos modesto, el hombre del siglo XXI está cargado de obligaciones y ataduras con las que tiene que pechar para ser bueno: el curro, la familia, la hipoteca, mis padres, los préstamos, adelantar las vacaciones, la letra del coche, los impuestos, las extraescolares. Es mucha presión y así no es de extrañar que lleguemos al fin de semana con afán de huida. Nos escapamos al bosque, a la playa, al monte, salimos a divertirnos, a tomar algo a evadirnos. Nos deleitamos recorriendo caminos urgentes en las pocas horas de vida plena que nos concede cada semana, antes de volver a la máquina de triturar carne. La pandemia además, nos ha robado ese oxígeno imprescindible de disponer de ratos de ocio con nuestro círculo.

Muchos de nosotros nos sentimos atrapados y lo que menos necesitamos, además, es un jefe que convierta el trabajo en un sitio más oscuro. Al contrario, necesitamos líderes luminosos que sepan convencernos de todo lo bueno que nos rodea, porque nos hace falta escucharlo. Pensemos que sólo unos pocos privilegiados tienen una vida laboral exenta de rutina, casi todos los demás hacemos cosas muy parecidas un día sí y otro también.

El líder moderno tiene que tener visión y ternura, construir un mundo laboral más dulce en todo lo que pueda. Las arengas épicas difícilmente funcionarán con personas que ganan 1.500 euros al mes (ya que el mercado no me deja pagarles 2.500€). Tacto, amabilidad, mano izquierda, empatía: esas son las armas de los líderes y las lideresas del siglo XXI. Con exigencia y oficio, claro, pero que al menos el entorno laboral sea amigable, comprensivo e invite a dar lo mejor de nosotros mismos. Nuestra pequeña sociedad, la de nuestra organización, sí puede ser más humana y digna que la sociedad global a la que pertenecemos, a veces tan desquiciada.

Amabilidad de serie
Siempre he dicho que en las escuelas de negocio no se enseña a ser amable. Error. La sociabilidad positiva es la que nos permite realmente alcanzar un potencial desconocido con nuestro equipo. Si todos nos queremos, llegamos más lejos juntos. Amabilidad también con los fallos y las debilidades humanas porque no somos mecanismos de acero y cuarzo, somos personas que se aburren, que ansían y que lloran. Los equipos son grandes cuando saben superar juntos los fallos de cada individuo.

Cuando pienso en la ternura se me viene a la mente la imagen de un bebé precioso o un niño que abraza a su abuelo. Tengamos esa misma ternura con nuestro equipo, que la vida se ha puesto muy difícil de vivir.

 

Carlos González de Escalada Álvarez
Doctor en Ciencias Sociales

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