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La compenetración del líder con su equipo

Sentimos claramente cuándo un líder es uno con su equipo: lo comprobamos con el rendimiento de equipos de fútbol, en una escudería ganadora, a través de una ONG pujante, en una empresa de crecimiento fulgurante o en una gran serie que gusta. Cuando hay un excelente trabajo colectivo, los resultados hablan por sí solos y además se siente un clima de camaradería entre los artífices de una gran obra.

Recuerdo un documental sobre cómo ingenieros y constructores parisinos se pusieron manos a a la obra en poco tiempo para salvar la catedral de Notre Dame. Un trabajo de una complejidad extrema, en el que un fallo habría derribado una de las mayores joyas de la arquitectura gótica. Hubo que generar una misión de propósito único; hubo que decidir qué se iba a hacer y cómo; calcular los sistemas de contención (hechos de madera); reclutar a cuadrillas especializadas en trabajo en altura; instalar nuevos andamios y alienar los sistemas de protección de fachada y cubierta con precisión milimétrica. A pesar de que los operarios tenían que trabajar con angustiosos sistemas de protección individual , nadie se quejaba, nadie protestaba. Todos iban a una.

Claridad de objetivos
Para conseguir una gran compenetración el primer factor es tener un objetivo claro y que no haya que explicar con muchas palabras: salvar Notre Dame; ganar La Liga; implantarnos en Estados Unidos; celebrar un congreso; lanzar el nuevo modelo. Si el objetivo es cristalino, es más fácil unir al equipo para conseguirlo. El segundo factor es que el líder debe involucrarse, bajar a la arena y ayudar a los suyos a lograrlo. De nada sirve tener un objetivo del que el jefe se desentiende o del que sólo se acuerda para pedir explicaciones y regañar. El líder reúne, aclara, dirige, allana obstáculos, motiva, premia, reconduce, da seguimiento y recuerda la importancia del éxito. Ya tenemos dos ingredientes de la compenetración: objetivo claro y líder perseverante, pero falta el tercero: medios para lograr nuestro propósito. Nos maravillan las inversiones millonarias que hacen algunas corporaciones para crecer. En el periódico de hoy dan la noticia de una inversión de 225 millones de euros de Vodafone en Málaga.

También se da el fenómeno contrario, con tantos pequeños y medianos empresarios que escatiman cuando se trata de lograr sus metas. Personalmente, me pone nervioso ver a propietarios que son muy buenos en su oficio pero que tardan lustros en poner en prácticas pequeñas mejoras. No digamos ya las grandes organizaciones públicas o privadas en los que la gente trabaja con apatía, sin propósito ni dirección.

Claridad de objetivos, un líder que ayuda y medios adecuados deben ser suficientes para lograr todo lo que nos propongamos. Si sumamos además capacidad de planificación, tesón y gerencia eficiente no habrá éxito que se nos resista, amigos.

Probadlo, atreveos.

Carlos González de Escalada Álvarez
Doctor en Ciencias Sociales

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