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Liderazgo sin gestión, orquesta sin dirección

Como estudioso de la materia diré que no es frecuente que en los medios de comunicación se use la palabra «liderazgo», que sin embargo si se está utilizando más estos días. Vivimos una pandemia y la sociedad demanda este atributo en sus dirigentes, se asume con naturalidad que son ellos los protagonistas en la búsqueda de soluciones eficaces. Como ocurre con la música sinfónica o con una buena película, los consumidores valoran si el resultado les gusta o no, sin preocuparse sobre el cómo se hace. Pero, ¡ay!, resulta que al sabio de calle español no le está gustando cómo se está llevando la crisis, no le está gustando ese liderazgo del que hablan los telediarios. Esto es lógico porque  el liderazgo es algo que necesita aprendizaje y maduración mediante la praxis de muchos años. Como proclama John Maxwell «El líder no se hace en un día, sino día a día», por lo que es imposible improvisar cuando se llega a un puesto, con el resultado de que muchos de nuestros máximos dirigentes no tienen apenas noción de lo que es (porque liderar no es mandar a secas). Volviendo al símil de la música, es como si a un político de partido, de pronto lo ascendieran a director de orquesta sin saber leer una partitura. Por virtuosos que sean los intérpretes, se desacompasarán los tempos de los instrumentos. Carentes de guía, éstos terminarán produciendo desajustes en la melodía o una creciente cacofonía porque cada grupo de instrumentos tocará por su cuenta como mejor se sepa. ¿Les suena?.

No sé si España es el único país donde se asume por ley natural que un ministro sabe siempre más que un secretario de Estado, un secretario más que un director general y éste más que todos sus técnicos especialistas juntos. ¿De verdad? Pues muchas veces, no. La inercia social nos hace convivir con el falso axioma de que «el que manda sabe porque para eso manda». Lo viví en primera persona cuando hice el servicio militar en la Armada, está mal decirlo pero a mis 24 años yo ya era licenciado, hablaba dos idiomas y había leído cientos de libros. Yo era marinero por lo que naturalmente mi criterio era de inferior calidad que la del cabo primero, la de éste, inferior a la del teniente de navío y las de todos nosotros juntos, muy inferior a la del capitán de fragata. Me permito esta broma porque la verdad es que en el portaaviones Príncipe de Asturias era completamente irrelevante mi afición por las novelas de Víctor Hugo, pero creo que se capta la idea. No tenemos la cultura de confiar en el experto ni la humildad de reconocer nuestros límites, algo que sí hace un líder. Aquí sabemos siempre más que el subordinado por complejo que sea el asunto.

Liderar sin saber gestionar
Si nos parece un disparate que alguien dirija una orquesta sinfónica sin saber música, igualmente nos lo tendría que parecer cuando alguien esté a cargo de administrar una organización sin saber gestionarla. La gestión es una disciplina compleja que requiere aprendizaje y experiencia, no se domina por sentarte en un sillón de cuero. Los que nos dedicamos a ella, asumimos erróneamente que todo el mundo sabe gestionar y nos llevamos las manos a la cabeza cuando los altos cargos cometen errores de principiantes. La carencia más generalizada que detecto en estos días calamitosos es el de la falta de anticipación. Un elemental atributo de ser competente es saber que los problemas hay que atajarlos previendo cuál será su evolución probable en los meses que se acercan. También hay que saber gestionar expectativas de los grupos de interés y decirles la verdad, algo que produce urticaria a muchos políticos, como ya escribí en mi artículo «Los reyes desnudos del siglo XXI».

Gestionar es ante todo administrar correctamente recursos materiales, financieros y humanos para conseguir unos fines prefijados, pero siempre sujeto a imponderables y a vicisitudes. Dentro de la gestión además, existe la especialidad de gestión de crisis, que requiere maniobrar y tomar decisiones en entornos caóticos . En la peor pandemia en décadas, está claro que iba a surgir una desproporción aguda entre medios y necesidades. Para eso hacen falta buenos gestores, para decidir con visión de conjunto. En mi calidad de director general de SAMU me han preguntado varias veces «¿cómo ves la gestión del coronavirus?» y, siendo diplomático, hablo de una meritoria improvisación profesionalizada. Pero también comento que se han volcado los esfuerzos en la gestión sanitaria de la pandemia, pero se ha olvidado su gestión administrativa. Por eso comprobamos cómo cientos de miles de personas cobraron tarde sus ERTES (algunos no lo han hecho todavía); cómo se vaciaron los edificios públicos en un momento crucial; cómo se improvisaron herramientas jurídicas de difícil aplicación o cómo se ha volcado en empresas y ciudadanos esfuerzos muy por encima de sus posibilidades. Actuar correctamente requiere capacidad de gestión y convencer de la bondad de las medidas que requiere liderazgo, que consiste en mandar motivando y dirigir convenciendo.

Si un líder no es experto en gestionar crisis, por lo menos debe impulsar y dejar funcionar a los que sí saben. Allanar el camino, quitar piedras para que marquen el camino los que entienden. Con los cientos de asesores que tienen nuestros próceres, parece mentira la calidad tan cuestionable de muchas de sus decisiones. Cuando los medios hablan de «falta de liderazgo» lo que está faltando es capacidad para ver mas allá de hoy y mañana y anticiparse a las reacciones lógicas de trabajadores, familias, pacientes. Entiendo que un ministro poco puede hacer si todos sus funcionarios se van a casa, pero es que quizá no se debieron irse tantos. Al igual que muchos estuvieron en la línea de batalla, a lo mejor los empleados públicos esenciales debieron quedarse, aunque fuera de manera voluntaria. El liderazgo conlleva una conexión emocional con la causa y son tiempos de conectar con las necesidades de la gente. Todo ello se gestiona, se pide, se ruega, se organiza. Nadie ha considerado el mérito de los tramitadores de los ERTE, y sin embargo miles cobran gracias a su esfuerzo. Sus jefes no pusieron en valor su trabajo, no gestionaron, no lideraron.

Invito a los cargos con responsabilidades públicas, a los dueños de empresas, a los directores generales de grandes corporaciones a pensar que liderar conlleva siempre un dominio de las técnicas de gestión. El liderazgo se aprende como técnica, como modo de entender las relaciones humanas. La política, las organizaciones y la sociedad funcionan mejor cuando sus líderes emocionan y gestionan adecuadamente recursos finitos. Hoy, el liderazgo es más necesario que nunca.

 

Carlos González de Escalada Álvarez
Doctor en Ciencias Sociales

 

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