Si liderar un equipo con eficacia fuera fácil, usted no perdería mucho tiempo aprendiendo. Hacerlo bien conlleva cumplir unos objetivos organizativos manteniendo alta la moral de la tropa. «Mandar motivando, dirigir convenciendo» es mi definición corta de liderazgo, un aforismo persuasivo que te dice qué es, pero no cómo conseguirlo. En el intento de dominar el arte del liderazgo y encontrar ese cómo mágico, se han volcado miles de autores. Haciendo mi tesis descubrí que se escriben más de 20.000 libros al año sobre la materia; existen infinidad de sitios de internet en los que encontrar consejos y centenares de centros docentes prestigiosos y especializados. Algunas consultoras cobran grandes dineros para empaquetar la abstracción que llamamos liderazgo. Puede parecer todo muy rebuscado y exigente, pero al final lo que uno quiere es que su equipo funcione. Aquí trataremos de simplificar.

El liderazgo es complejo porque las personas lo son. Liderar supone trabajar con individuos con diferentes visiones de la vida, por lo que el líder ha de homogeneizar lo diverso en pos de una causa común, la que sea. Aunque en mi libro (uno de los 20.000 de ese año) identifico veinte maneras de motivar, mi consejo a los que no os vais a gastar la pasta en él es que penséis cómo os gusta que os traten, para tratar así a los demás. ¿Prefieres que te regañen en público o que te reconvengan en privado? ¿Prefieres que tu jefe se atribuya el mérito tuyo o que ensalcen tu hecho meritorio? ¿Prefieres que te expliquen cómo hacer algo o que te desprecien cuando fallas? ¿Prefieres que te escuchen o que te interrumpan a cada frase? ¿Prefieres un jefe que mantenga la calma ante la crisis o uno que se ponga histérico? ¿Prefieres un jefe con humor o un sieso insoportable? ¿Prefieres que te peguen una paliza o que te regalen un millón de euros? Es bastante simple, todos reaccionamos mejor a impulsos positivos y éstos parten siempre de la generosidad. Estimulando sentimientos positivos simplificamos las dificultades de la personalidad. Bondad, consideración, reconocimiento, paciencia, amistad, rigor, seriedad son atributos potentes que no pasarán desaparcibidos a los miembros de tu equipo.

Para empezar con un equipo nuevo, mejor no dar nada por supuesto, ni bueno ni malo. El líder debe explicar el propósito del equipo y si no lo hay, formarlo. Sea un equipo de bandoleros o de bailarinas hay que creer en una meta final. Imposible que un equipo sepa qué se espera de él sin que se le explique con esa partitura que son los objetivos inteligentes. Un bebé no nace predestinado a ser un oficinista desmotivado, un mecánico quemado o un funcionario con el síndrome del «burnt-out». Al contrario, el bebé sonríe ante estímulos agradables y lo mismo nos ocurre a nosotros cuando estamos relajados.

A menudo digo a los míos que «yo sólo sé gestionar haciendo equipo». Es así como lo siento y lo practico porque uno, individualmente, vale bien poco sin buenos compañeros de viaje. Mucha gente habla de liderazgo y de equipos, pero no todos pasan la prueba del algodón. ¿Cómo saber si un líder ejerce realmente como tal? ¿Cómo motiva y dónde lo hace? Pues sentándose con su equipo, tanto colectiva como individualmente.

Siéntate con ellos
Al líder se le puede medir fácilmente por la calidad y cantidad de reuniones que tiene con su equipo. La reunión de equipo es una de las mejores herramientas para compartir un objetivo común, encuentros en los que con franqueza se aborden las cuestiones importantes. Para que sea una comunicación efectiva debe existir emisión y recepción de mensajes por las dos partes. Los discursos inspirados es algo que utilizan muchas autoridades pero que suelen resolver pocos problemas. La reunión es el punto de encuentro en el que los miembros del equipo se ven cara a cara y el reto es hacerlas muy productivas. Un jefe que apenas se sienta con sus subordinados, o que si acaso los llama individualmente de higos a brevas, se está perdiendo el jugo de crear un grupo motivado donde todos aportan su visión para lograr el propósito común. Cuando yo tengo una reunión de equipo en un centro, participan todos: desde la directora al técnico de mantenimiento. Nos sentamos en círculo con un orden del día potente y si son tímidos les pregunto para que opinen sobre el día a día. El criterio de cocinera contará más que el de la pedagoga en asuntos alimentarios porque trato a todos como autoridades competentes en su campo. Estos encuentros sirven para aclarar dudas y afrontar vicisitudes (que yo me llevo estudiadas). Eso sí, tomada una decisión, recuerdo a todos el deber de apoyarla. Abordamos y resolvemos dificultades sobre la marcha, con agilidad. Haciendo equipo, mejoramos nuestro modo de trabajo.

Todos sabemos que las reuniones pueden ser productivas, pasables o aburridas. Para que las nuestras sean de primera sugiero siempre que éstas sean oportunas, con un objetivo claro, que en ellas se comparte información relevante y que se tomen decisiones.  El orden del día es imprescindible y si en su elaboración participan los compañeros, todavía mejor pues se aborda lo que preocupa en la base. Por difíciles que sean las personas, siempre se puede hacer que la vida sea más sencilla tratando a todos con tacto, dignidad y consideración; siempre diciéndoles la verdad.

¿Otro consejo? Procura que la gente se sienta bien consigo misma.

 

Carlos González de Escalada Álvarez
Doctor en Ciencias Sociales

 

 

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