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Auctoritas vs Potestas

Analizar las primeras declaraciones públicas de ministros (y ministras) recién nombrados permite augurar qué tal les irá al frente de sus carteras. Si los ves titubeantes a la par que sonrientes o nerviosos, se puede vaticinar que no tendrán la autoridad suficiente para llevar con holgura el cargo. Si hacemos la prueba de recordar los nombres de los miembros de anteriores Gobiernos, quizá se nos vengan a la memoria cuatro o cinco, cuando son decenas. La degradación política se traduce en el ascenso de personas jóvenes e inexpertas, incapaces de formular políticas de Estado. Infunden poco respeto cuando se enfrentan a la ardua tarea de dirigir un país. Tienen el poder pero les falta autoridad.

Los romanos distinguían entre auctoritas y potestas, distinguir un atributo intangible pero real, como es la primera y otro que viene dado por el cargo que se ostenta o se detenta, como es la segunda. Un líder verdadero genera respeto, que el es padre de la autoridad, mientras que el jefe puede ser un chalado que le amarga la vida a todo el mundo, por más poder que tenga. Si pensamos en alguien que «tiene autoridad», nos evocará palabras como: respeto, dignidad, templanza, experiencia, seriedad, elegancia, competencia, veteranía, trayectoria, sobriedad, prestigio o tantas otras. La autoridad es algo que se adquiere con el tiempo, no es consustancial al cargo como el poder o el mando.

¿Cómo puede un joven líder ganar autoridad?
El consejo que doy a mis alumnos-líderes es aprenderse muy bien el puesto que ocupan, el sector, los operadores, los grupos de interés y sus entresijos. Tener un amplio conocimiento de su ámbito de actuación es muy importante, pero no lo único. Cuando se es nombrado hay que hablar con todo el equipo, tanto en plenario como en privado. Escuchar mucho, aprender, hacerse una composición de lugar y trazar un plan, serán buenos mimbres para los comienzos. Para tener autoridad es imprescindible tener criterio propio y esto sólo se formará si conocemos muy bien nuestro negociado. También es indispensable marcar objetivos y empeñarse en cumplirlos. Yo empezaría por tres objetivos que generen los mayores rendimientos, como máximo cinco; que sean verdaderamente impactantes en la mejora de nuestra actividad. Cuando una persona conoce el terreno, escucha, acuerda objetivos con su equipo y persiste en su cumplimiento (porque son importantes) empieza a ganar autoridad.

Hay pequeños símbolos de autoridad que la fomentan: una vestimenta adecuada o formal (difícil ganar autoridad en camiseta de tirantes), un despacho ordenado, saber mantener la calma, hablar de manera adecuada a la dignidad del cargo o gestionar la formalidad según el momento del que se trate. Desde muy joven mi madre me recomendó ir siempre de chaqueta y corbata al trabajo, es una costumbre que decae en nuestros tiempos pero que a mí me ha servido para distinguirme en el ejercicio de mis cargos, aunque llevar una corbata anudada al cuello no sea lo más cómodo. Cuando además se trata al equipo con máximo respeto y cordialidad, éstos serán recíprocos. También tenemos que ser fuertes en los momentos malos, manteniendo la calma.

Por cierto, hay un buen termómetro de medir la autoridad: cuando uno habla, los demás instintivamente callan, miran y escuchan con atención. Por eso es tan malo ser un charlatán.

Carlos González de Escalada Álvarez
Doctor en Ciencias Sociales

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